La clave para acelerar la industrialización se basaba en la producción de acero, aleación de hierro y carbono que se utiliza para fabricar edificios, puentes, vehículos, electrodomésticos, productos electrónicos y tecnológicos y un largo etcétera.
A comienzos del siglo, la región fabricaba el 6.6% del acero del mundo, según la World Steel Association (WSA, por sus siglas en inglés), y exportaba a China el doble de lo que importaba de ese país. Pero el acero latinoamericano fue perdiendo relevancia.
La producción se estancó y después de 2011 mostró un comportamiento a la baja al igual que su peso en la escala mundial. En 2023, alcanzó su punto más bajo, representando apenas el 3,1% del stock mundial, menos de la mitad que al inicio de este siglo. Los expertos del sector advierten que la crisis se está agudizando y el gran culpable de todo es China.
La Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero) ha acusado a Pekín de “inundar” a la región con su acero barato, pues aunque existen factores endógenos que han dificultado el desarrollo de la industria, el gran problema lo generó China al aumentar su producción de acero en casi un 700% entre 2000 y 2023. Ese país pasó de producir el 15% del acero del mundo a producir el 54%, además, lo exporta a un precio por debajo del mercado (dumping), haciendo que al resto de los productores les resulte imposible competir. Recordemos que el acero chino es subsidiado por el Estado de ese país y se produce en exceso.
Mientras los gobiernos latinoamericanos analizan los pros y contras de imponer los aranceles –una medida fuertemente reclamada por Alacero–, la resolución de este conflicto comercial podría estar determinada por un factor externo, pero que cada vez está siendo más relevante: el medio ambiente. El acero chino se produce a base de carbón y esa industria es la más contaminante del país, aportando un 15% de emisiones de carbono, mientras que la ventaja que tiene el acero latinoamericano es que es mucho más limpio que el chino.