Rogelio Ramírez de la O, el nuevo secretario de Hacienda de López Obrador —el tercero en lo que va de su administración—, llegó el pasado 16 de julio prometiendo mantener finanzas públicas sanas, cuidar que la deuda no crezca como proporción del PIB, procurar un mayor crecimiento de la economía y recobrar la confianza de los inversionistas.
Desde mediados de 2018 la formación bruta de capital fijo (FBCF), definida como el valor de los activos fijos adquiridos o producidos en un periodo determinado por el sector público y el privado (maquinaria y equipo, y construcción), observa un comportamiento negativo con un fuerte desplome en marzo de 2020 explicado, principalmente, por dos factores: el deterioro de la confianza de la inversión privada en las decisiones de política pública del gobierno, y la pandemia del COVID-19.
Entre los temas que minaron la confianza de la inversión privada destacan: las cancelaciones de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y de una planta cervecera en Mexicali, Baja California; así como la presentación de una iniciativa para reformar la Ley de la industria eléctrica, que prioriza la compra de energía generada por la CFE en detrimento de sus competidores privados; ligado a la negativa del gobierno a apoyar al sector empresarial para superar los estragos de la pandemia. Esto, ha ocasionado que los inversionistas vean a México como un destino de inversión menos atractivo.
Cabe mencionar que históricamente la inversión en México se ha ubicado por debajo de los niveles que los analistas califican como óptimos para impulsar y acelerar el crecimiento de la economía. Señalan que debería ser equivalente a al menos un 25% del Producto Interno Bruto (PIB). En 2020 la inversión privada representó el 16.1% y la segunda el 2.6 por ciento. En conjunto sumaron el 18.5%, siendo la menor representación en más de 20 años.
La relevancia de la inversión privada radica en que es el componente de la FBCF que tiene una mayor incidencia en la economía; el que puede impulsar el crecimiento de los negocios, el empleo, los ingresos, y la recaudación fiscal que, a su vez, el gobierno invertirá en una infraestructura más competitiva, capaz de generar las mejoras idóneas en el desarrollo de las actividades productivas. Y siendo la inversión privada el principal motor de crecimiento de la economía resulta apremiante fomentarla para asegurar el crecimiento sostenido del país a lo largo del tiempo.
Para Carlos Salazar, dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, la inversión debería de ser para los mexicanos una obsesión, porque los niveles que México registra desde hace varios años están lejos de ser lo que el país necesita para mantener un sólido y acelerado crecimiento de la economía.
Analizando las estadísticas del primer trimestre de 1993 a la fecha, observamos que la participación de la inversión en el PIB se ha mantenido por debajo del 24%, con excepción del primer trimestre de 2009 cuando se ubicó en 24.8 por ciento. Por otra parte, se ha mantenido por debajo del 20% desde el primer semestre de 2020.
En 2020 el 86% de FBCF provino del sector privado y 14% del gobierno. La inversión privada se desplomó a una tasa anual de 19.9%, la pública cayó 7.7%, es decir, en conjunto se contrajo 18.3%. En el primer trimestre de 2021 acumuló una caída del 4.9% frente al mismo periodo del año anterior, aunque los datos mensuales revelan que avanzó 1.4% en marzo.
Objetivo: subir la FBCF a 24%
Los análisis revelan que la meta debería ser subir la FBCF a 24% del PIB o más; no obstante, dicho objetivo debería estar acompañado de inversiones de gran calado, de esas que agregan y generan valor a la economía. En los últimos años este no parece haber sido el caso ni en lo que se refiere a inversión privada ni a la pública.
De acuerdo con un análisis elaborado por México Evalúa, la inversión pública, en periodos recientes, se ha canalizado de manera significativa en proyectos que carecen de los estudios necesarios para garantizar su eficiencia, su rentabilidad o su productividad. Por lo que respecta a la inversión privada advierte que contempla inversiones pequeñas llevadas a cabo por pequeños y medianos empresarios, como la compra de maquinaria y equipo para negocios, la construcción de sucursales adicionales y más. La inversión, al formar parte de la demanda agregada, incrementa directamente el PIB y en el largo plazo propicia el cambio tecnológico, principal determinante de la expansión económica.
